Con el crecimiento de las ciudades, la búsqueda de espacio en los centros urbanos para alojar vegetación se está volviendo un tema relevante. Evidentemente, el suelo público es el lugar habitual donde se suelen proyectar zonas verdes, pero existe una superficie más donde ubicar vegetación: las fachadas de los edificios.
La última vez que estuve en París me encontré por casualidad con una fachada vegetal que ya había visto en alguna revista. Se trata de la fachada vegetal del Museo Quai Branly, un proyecto de Jean Nouvel. El diseño de jardinería es de Patrick Blanc, experto en el diseño de fachadas vegetales y responsable también de la fachada vegetal del edificio Caixa Forum de Madrid, de Herzog & de Meuron.
El Museo Quai Branly, dedicado a las artes ajenas a la tradición europea, presenta en su fachada un ejemplo de naturaleza artificial, con 15.000 plantas de distintas variedades de todo el mundo. Se trata de un pequeño jardín botánico. El muro se alinea con la calle, contrastando con las fachada adyacentes, y se curva hacia el interior del museo, en consonancia con la intención de Nouvel, que pretendía que el visitante descubriera progresivamente el edificio.
El sistema elegido para la fachada vegetal consiste en ubicar las plantas en bolsas de fieltro sobre una subestructura transventilada con un sistema de riego que se realiza mediante tubos perforados ubicados horizontalmente en la fachada. Se han seleccionado especies cuya presencia en el medio natural no requiera la presencia de suelo y su autonomía sea aplicable al medio urbano.
Pero las fachadas vegetales no son una novedad. El brasileño Burle Marx diseñó jardines verticales aplicados directamente a la arquitectura a mediados del siglo XX y colaboró incluso con Oscar Niemeyer diseñando jardines sin acceso a suelo natural.
Poco a poco se han desarrollado las técnicas para su implantación y muchos arquitectos y paisajistas utilizan fachadas “verdes” con un doble propósito: estético y ecológico.
Es evidente que se trata de una solución de fachada que aporta, con su propio lenguaje, un elemento capaz de otorgar nuevas texturas, contrastes y efectos comáticos. Además hay técnicas que permiten hacer que el muro vegetal escape de sus límites arquitectónicos de manera que el tapiz verde se extienda como un elemento independiente que busca su propio lugar.
Y por supuesto, se trata de una solución ecológica, no sólo por estar formada por naturaleza viva sino, porque ofrece una serie de ventajas:
- La transpiración propia de las plantas mejora el contenido de humedad del aire, absorbiendo el exceso y evaporando agua cuando la sequedad ambiental es excesiva
- La fachada retiene agua de lluvia cuando hay fuertes precipitaciones
- El conjunto forma un buen aislante térmico y protege del viento
- Su gran capacidad de absorción acústica del ruido del tráfico mejora las condiciones acústicas de su entorno urbano
- Mejora la calidad del aire gracias a la absorción de CO2 y al efecto “atrapado de polvo”
- Reduce el aumento local excesivo de calor de las ciudades.
Pero no hay que recurrir a edificios y arquitectos de renombre para encontrar fachadas vegetales. Las fachadas vegetales son una realidad y una opción factible, fiable, estética y beneficiosa. Sólo tienen un “pero”, al que muchos se aferran para dudar de ellas: requieren cierto mantenimiento para asegurar su buen estado, aunque el uso de las especies adecuadas y un diseño correcto lo reducen al mínimo.
Su uso se está normalizando y, tanto es así, que existen desde abril de 2012, las Norma Tecnológica sobre Ajardinamientos Verticales (NTJ-11V) de la Fundación de la Jardinería y el Paisaje, las cuales suponen una referencia técnica fiable para un uso seguro de las fachadas vegetales.
