Hace más de dos años que mencionamos por primera vez la actuación de regeneración urbana en la vía férrea elevada High Line de Nueva York, en un post donde la poníamos de ejemplo de rehabilitación urbana sostenible (ver post) y explicábamos en que consistía el proyecto. Concluíamos lo siguiente:
Es un proyecto que consigue reutilizar un espacio abandonado, introducir el verde en el centro de la ciudad y reducir la contaminación lumínica, pero sobre todo un proyecto que crea espacio público, mejora la calidad de vida y fomenta la participación ciudadana. En definitiva un proyecto que (re)hace ciudad.
Un año después, y tras el artículo dedicado por el periódico The Guardian, analizamos la High Line y los problemas de Eco-Gentrificación surgidos, en un nuevo post (ver post), tratando el hecho de que al ser una zona de moda de la ciudad de Nueva York, no sólo estaba saturada de turistas, sino que los habitantes de los barrios por los que discurría se veían obligados a abandonarlos debido a los nuevos y elevados precios de los inmuebles y sus alquileres.
Poníamos así de manifiesto los problemas que se pueden derivar de las intervenciones de regeneración urbanas, sostenibles o no, especialmente cuando son de gran magnitud como en este caso.
¿Y por qué vuelvo a este asunto? Pues porque recientemente hemos recorrido la High Line de Nueva York, hemos experimentado en primera persona los cambios que allí se han producido en los últimos años y hoy quiero compartir nuestra experiencia. Nunca es lo mismo opinar desde lejos que experimentar de cerca.
Es evidente que el resultado del proyecto técnico es impecable, desde la concepción hasta el último detalle. Al recorrerla se puede disfrutar de decenas de especies de plantas que atraen a gran cantidad de pequeña fauna, conversar con gente de todo tipo en las zonas de descanso, entrever las antiguas vías del tren, contemplar el entorno desde una perspectiva elevada (y en algunos casos enmarcada por estructuras que recogen perspectivas singulares)… todo ello con un buen diseño urbano y unos acabados cuidados.
La experiencia de recorrerla es agradable y permite la observación del entorno en condiciones diferentes a las habituales, ya que al discurrir por lo que antes eran las “partes traseras” de los edificios, nos ofrece una imagen de Nueva York más silenciosa, tranquila y retirada.
Los objetivos básicos se cumplen (parcialmente). La regeneración urbana del espacio y su entorno inmediato es una realidad:
- Se reutiliza, y muy bien, un espacio abandonado
- Se introduce, sin artificios, el verde en la ciudad
- Se crea espacio público, de calidad
- Se mejora la calidad de vida…¿Pero de quien?
High Line de Nueva York: La calidad de vida ¿de quién?
Este último punto es la cuestión que queda en el aire y, al fin al cabo, es el más difícil de resolver en una actuación de este tipo. La riqueza creada por la intervención urbanística (y no me refiero sólo a la económica sino también a ambiental, estética y funcional) no acaba repartida de una forma equitativa. Donde antes había antiguos y modestos edificios de ladrillo empiezan a crecer nuevas y tecnológicas torres, y edificios firmados por arquitectos de renombre como la fallecida Zaha Hadid. Y la verdad es que, al igual que los edificios, los habitantes de los barrios están siendo sustituidos por otros con mayor poder adquisitivo. La eco-gentrificación existe y está al nivel de la regeneración urbana (física) que se ha conseguido.
Recorriendo la High Line de Nueba York observamos a cada paso y de forma clara lo mejor y lo peor de una intervención de regeneración urbana bien concebida y bien ejecutada, pero que no ha sabido (o no ha podido) aunar sostenibilidad ambiental, económica… y social. La mejora del entorno y la calidad de la actuación son una realidad aunque surge de forma contundente la pregunta: ¿quién disfruta realmente de esta regeneración?
Hay imágenes publicitarias en el entorno que indican a quien se acaba dirigiendo el resultado final…
Todo un ejemplo tanto en lo bueno como en lo malo que nos lo deja claro: Es posible… pero no es fácil.
Lamentablemente , mejorar la calidad de vida, de unos pocos, no es el resultado esperado después de la intervención. Pero creo que se permite una mejor ciudad, y eso repercute en todos. En los que viven en esa zona, y en los que pueden ir sin demasiado gasto económico, porque están en la ciudad. Y eso les ofrece una posibilidad que antes no tenían. Claro que coincido que la sostenibilidad económica y social sigue siendo sin equidad.